Comentario
TRATADO TERCERO
272 COMIENZA LA TERCERA PARTE
Capítulo I
273 De cómo los indios notaron el año que vinieron los españoles, y también notaron el año que vinieron los frailes. Cuentan algunas maravillas que en la tierra acontecieron
274 Mucho notaron estos naturales indios, entre las cuentas de sus años, el año que vinieron y entraron en esta tierra los españoles, como cosa muy notable y que al principio les puso muy grande espanto y admiración, ver una gente venida por el agua (lo que ellos nunca habían visto ni oído que se puediese hacer), de traje tan extraño del suyo, tan denodados y animosos, tan pocos entrar por todas las provincias de esta tierra con tanta autoridad y osadía, como si todos los naturales fueran vasallos; asimismo se admiraban de ver los caballos, y lo que hacían los españoles encima de ellos, y algunos pensaron que el hombre y el caballo fuese todo una persona, aunque esto fue a el principio en los primeros pueblos; porque después todos conocieron ser el hombre por sí, el caballo ser bestia, que esta gente mira y nota mucho las cosas, y en viéndolos apear, llamaron a los caballos castillan mazatl, que quiere decir ciervo de Castilla; porque acá no había otro animal a quien mejor los comparar. A los españoles llamaron tetehuv [teteu], que quiere decir dioses, y los españoles corrompiendo el vocablo decían teules, el cual nombre les duró más de tres años, hasta que dimos a entender a los indios que no había más de un solo Dios, y que a los españoles que los llamasen cristianos, de lo cual algunos españoles necios se agraviaron, y quejaron, e indignados contra nosotros decían que les quitábamos su nombre, y esto muy en forma, y no miraban los pobres de entendimiento que ellos usurpaban el nombre que a sólo Dios pertenece; después que fueron muchos los indios bautizados, llámanlos españoles.
275 Asimismo los indios notaron y señalaron para tener cuenta con el año que vinieron los doce frailes juntos. Y aunque en el principio entre los españoles vinieron frailes de San Francisco, o por venir de dos en dos, o por el embarazo que con las guerras tenían, no hicieron caso de ellos; y este año digo, que le notaron y tienen por más principal que otro, porque desde allí comienzan a contar, como año de la avenida o advenimiento de Dios, y así comúnmente dicen: "el año que vino nuestro Señor; el año que vino la fe"; porque luego que los frailes llegaron a México dende a en quince días, tuvieron capítulo y se repartieron los doce frailes y otros cinco qe estaban en México. Todos estos diez y siete fueron repartidos por las principales provincias de esta tierra, y luego comenzamos a deprender la lengua y a apredicar con intérprete. Había asimismo en México otros dos o tres clérigos, y no muchos españoles, porque en obra de un año salieron con Pedro de Alvarado para Guatimala un buen escuadrón de gente de a pie y razonable de caballos. Fue luego a las Higueras otro con Cristóbal de Olid, y fue luego sobre él, con otro, Francisco de las Casas, y no pasaron muchos días cuando el marqués Hernando Cortés se partió con toda la más lucida gente y la mayor parte de los caballos que había, que me parece que podrían quedar en México hasta cincuenta caballos y doscientos españoles infantes, pocos más o menos. Y a esta sazón estaban todos los señores naturales de la tierra hechos a una y concertados para se levantar y matar a todos los cristianos, y entonces aún vivían muchos de los señores viejos, porque cuando los españoles vinieron estaban todos los señores y las provincias muy diferentes y andaban todos embarazados en guerras que tenían los unos con los otros, y a este tiempo que digo que esta gente salió de México, yo los vi a todos tan unidos y ligados unos con otros, y tan apercibidos de guerra, que tenían por muy cierto salir con la victoria, comenzando la cosa; y así fuera de hecho, sino que Dios maravillosamente los cegó y embarazó, y también fue mucha parte lo que los frailes hicieron, así Por la oración y predicación como por el trabajo que pusieron en pacificar las disensiones y bandos de los españoles, que en esta sazón estaban muy encendidos, y tan trabados que vinieron a las armas sin haber quién los pusiese en paz, ni se metiese entre las espadas y lanzas sino los frailes, y a éstos dio Dios gracia para ponerlos en paz. Estaban las pasiones tan trabadas como ahora dice que están los españoles en el Perú. (Dios les envíe quien los ponga en paz aunque ellos dicen que ni quieren paz ni frailes.) Bien pudiera alargarme en esto de los bandos de México, porque me hallé presente a todo lo que pasó; mas paréceme que sería meterme en escribir historia de hombres.
276 En este mismo tiempo se descubrieron unas muy ricas minas de plata, a las cuales se iban muchos de los españoles, y donde había pocos en México quedaban pocos y los que querían ir iban en mayor peligro de las vidas, pero ciegos con su codicia no lo entendían, y por las represiones y predicaciones y consejos de los frailes, así en general como en particular, pusieron guardas y velaron la ciudad, y pusieron silencio a las minas, y mandaron recoger a los que estaban por las estancias, y desde a pocos días lo remedió Dios cerrando aquellas minas con una gran montaña que les echó encima, de manera que nunca jamás parecieron. Por otra parte con los indios, que ya conocían a los frailes y daban crédito a sus consejos, los detuvieron por muchas vías y maneras que serían largas de contar. El galardón que de esto recibieron fue decir: "estos frailes nos destruyen y quitan que no estemos ricos, y nos quitan que se hagan los indios esclavos; éstos hacen abajar los tributos y defienden a los indios y los favorecen contra nosotros; son unos tales y unos cuales"; y no miran los españoles que si por los frailes no fuera ya no tuvieran de quién se servir, ni en casa ni en las estancias, que todos los hubieran ya acabado, como parece por experiencia en Santo Domingo y en las otras islas, adonde acabaron los indios.
277 Cuanto a lo demás, esta gente de indios naturales son tan encogidos y callados, que por esta causa no se saben los muchos y grandes milagros que Dios entre ellos hace, mas de que yo veo venir a doquiera [que hay] casa de nuestro padre San Francisco muchos enfermos de todos géneros de enfermedades, y muchos muy peligrosos, y véolos convalecidos y sanos volverse con grande alegría a sus casas y tierras, y sé que particularmente tienen gran devoción con el hábito y cordón de San Francisco, con el cual cordón se han librado muchas mujeres preñadas de partos muy peligrosos, y esto ha sido en muchos pueblos y muchas veces; y aquí en Tlaxcala es muy común, y no ha muchos días que se ha bien experimentado; por lo cual tiene el portero un cordón para darlo luego a los que le vienen a demandar, aunque yo bien creo que obra tanto la devocion que con el cordón tienen, como la virtud que en él hay, aunque también creo que la virtud no es poca, como se parecerá claro por lo que aquí diré.
278 En un pueblo que se dice Atlacubaya, cerca de Chapultepec, adonde nace el agua que va a México, que está una legua de México, adoleció un hijo de un hombre llamado Domingo, de oficio tezozonqui, que quiere decir carpintero o pedrero, el cual con su mujer e hijos son devotos de San Francisco y de sus frailes; cayó enfermo uno de sus hijos de edad de siete u ocho años, el cual se llamaba Ascencio, que en esta tierra se acostumbra a dar a cada uno el nombre del día en que nacen, y los que se bautizan grandes, del día en que se bautizan, y a este niño llamáronle Ascencio por haber nacido el día de la Ascensión, el cual como enfermase, y de sus padres fuese muy amado, luego acurrieron a nuestro monasterio, invocando el nombre de San Francisco, y mientras más la enfermedad del niño crecía, los padres con más importunación venían a demandar el ayuda y favor del santo; y como Dios tenía ordenado lo que había de ser, permitió que el niño Ascensio muriese; el cual murió un día por la mañana dos horas después de salido el sol; y muerto, no por eso dejaban los padres con muchas lágrimas de llamar a San Francisco, en el cual tenían mucha confianza, y ya que pasó de mediodía amortajaron el niño, y antes que lo amortajasen vio mucha gente el niño estar muerto, y frío, y yerto, y la sepultura abierta. Ya que lo querían llevar a la iglesia, dicen hoy día sus padres, que siempre tuvieron esperanza que San Francisco se le había de resucitar alcanzando de Dios la merced de la vida del niño. Y como a la hora que le querían llevar a enterrar, los padres tornasen a llamar y a rogar a San Francisco, comenzóse a mover el niño, y de presto comenzaron a desatar y descoger la mortaja, y tornó a revivir el que era muerto; esto sería a hora de vísperas, de lo cual todos los que allí estaban, que eran muchos, quedaron muy espantados y consolados e hiciéronlo saber a los frailes de San Francisco, y vino el que tenía cargo de los enseñar, que se llamaba fray Pedro de Gante, y llegando con su compañero vio el niño vivo y sano, y certificado de sus padres y de todos los que presentes se hallaron, que eran dignos de fe, ayuntaron todo el pueblo, y delante de todos dio el padre del niño resucitado testimonio cómo era verdad que su hijo se había muerto y resucitado; y este milagro se publicó y divulgó por todos aquellos pueblos de a la redonda, que fue causa que muchos se edificasen más en la fe y comenzaron a creer los otros milagros y maravillas que de Nuestro Redentor y de sus santos se les predican. Este milagro que como aquí lo escribo, recibí del dicho fray Pedro de Gante, el cual en México y su tierra fue maestro de los niños, y tuvo cargo de visitar y doctrinar aquellos pueblos más de once años.
279 Es tanta la devoción que en esta tierra, así los españoles como los indios naturales, tienen con San Francisco, y ha hecho Dios en su nombre tantos milagros y tantas maravillas, y tan manifiestas, que verdaderamente se puede decir que Dios le tenía guardada la conversión de estos indios, como dio a otros de sus apóstoles las de otras Indias y tierras apartadas, y por lo que aquí digo, y por lo que he visto, barrunto y aún creo, que una de las cosas y secretos que en el seráfico coloquio pasaron entre Cristo y San Francisco en el monte Averna, que mientras San Francisco vivió nunca lo dijo, fue esta riqueza que Dios aquí le tenía guardada, adonde se tiene de extender y ensanchar mucho su sacra religión; y digo, que San Francisco, padre de mucha gente, vio y supo de este día.